La salud mental no es solo la ausencia de enfermedades mentales, incluye el bienestar psicológico, emocional y social. La salud mental es muy importante durante todas las etapas de la vida, sobre todo a medida que envejecemos.
Según envejecemos corremos el riesgo de tener problemas de salud mental. Pero esto no quiere decir que los problemas mentales sean parte de un envejecimiento normal.
Los cambios en la vida, sobre todo durante la vejez, pueden provocar malestar, estrés o tristeza. Con el tiempo nos adaptamos a los cambios, pero algunas personas pueden tener más problemas para superar acontecimientos que pueden ponerlos en riesgo de enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad. Las actitudes positivas frente al envejecimiento también propician una mejor calidad de vida y estabilidad emocional, así como la realización personal.
Una enfermedad o trastorno mental es una condición que afecta su pensamiento, sentimiento, estado de ánimo y comportamiento. Pueden ser irregulares o permanentes (crónicas). Afectan su capacidad para comunicarse y funcionar con los demás a diario.
Al envejecer puede aparecer una disminución del procesamiento de todas las áreas cognitivas, sin que ello suponga una disminución de las mismas, ya que se puede esperar que la respuesta final se encuentre intacta, aunque algo más lenta. La pérdida de memoria y habilidades es lo que caracteriza los procesos de deterioro cognitivo. Estas son algunas de las causas:
la depresión es uno de los principales trastornos mentales en las personas mayores. La prevalencia media de depresión se sitúa alrededor del 1,8%, mientras que la prevalencia media de síntomas depresivos clínicamente significativos sin llegar a cumplir los criterios de depresión alcanza el 13,5%. Esto indica que existe un elevado porcentaje de casos de depresión sin diagnosticar, sobre todo en mayores institucionalizados donde la tasa se duplica.
Existe una infinidad de condiciones médicas que pueden dar lugar a síntomas depresivos (trastornos endocrinos, infecciones virales, infarto de miocardio, trastornos metabólicos, cáncer, diabetes, rotura de cadera, artritis…) lo que corrobora la teoría de que uno de los principales detonantes que pueden propiciar un síndrome depresivo es el declive del estado funcional a consecuencia de alguna enfermedad física o neurológica.
Los factores psicológicos individuales pueden precipitar o predisponer a la aparición de síntomas de depresión. Los rasgos de personalidad, las distorsiones cognitivas y el control emocional pueden suponer un factor de vulnerabilidad a la depresión en la vejez. Se encontró que las actitudes neuróticas y una baja autoeficacia son buenos indicadores de síntomas depresivos en mayores no institucionalizados. También se vio que la presencia de actitudes neuróticas era un indicador de prevalencia de la depresión en pacientes ambulatorios.
Es muy importante la interpretación que las personas hacemos de los sucesos estresantes, en nuestra reacción puede influir nuestra personalidad y, por tanto, afectar indirectamente a la manifestación de los síntomas. Respecto a los precipitantes sociales: los acontecimientos vitales estresantes, el sufrimiento de una pérdida, el estrés crónico y los recursos sociales son factores importantes para la depresión.
En conclusión, el síndrome de la depresión en la vejez es un síndrome multifactorial, requiere el estudio de una gran diversidad de factores biológicos, psicológicos y sociales para poder realizar un diagnóstico y un tratamiento eficaz.
La disfunción mitocondrial parece jugar un rol muy importante en el envejecimiento cerebral, ya que genera especies reactivas del oxígeno (oxidantes) y nitrógeno, ambas implicadas en el daño celular.
En algunas ocasiones aparecen trastornos neurodegenerativos, puede suceder por una falta de adaptación de las células a los aumentos de estrés oxidativo, metabólico e iónico: proteínas dañadas, ADN y membranas.
La vulnerabilidad neuronal puede depender del tamaño y la ubicación, el propio metabolismo o señales y mecanismos de resistencia al estrés. Respecto al problema mitocondrial, sabemos que la restricción calórica (con el aporte de nutrientes necesario), produce cambios fisiológicos saludables, es capaz de disminuir la formación de radicales libres y el daño oxidativo consiguiente. Esta restricción disminuiría la caída del rendimiento cognitivo asociado a la edad.
Las células del sistema nervioso sufren un aumento del estrés oxidativo y daño en proteínas, lípidos y ácidos nucleicos. Esto puede provocar cambios en la expresión de genes y proteínas relevantes para la transmisión de información sináptica (GABA, Dopamina, Calcio, Serotonina…) que están asociadas al estudio de patologías como el Alzheimer y trastornos del ánimo, entre otros.
Aunque la perdida de neuronas no es remarcable, debido al envejecimiento y a algunas patologías neurodegenerativas puede verse afectada la neurogénesis (formación de nuevas neuronas), y sus consecuencias fisiopatológicas se están investigando actualmente.
Hacer ejercicio es muy importante para la salud mental, tener un estilo de vida activo a nivel mental, físico y social afecta de manera positiva nuestra materia gris.
Llevar una alimentación adecuada a tu estado individual concreto es esencial según nos hacemos mayores, aquí puedes seguir leyendo información sobre como alimentarse de manera saludable.
Es importante vivir sin estrés, ya que puede afectar al hipocampo y otras zonas involucradas en la pérdida de memoria.
Ejercitar la mente ayuda a evitar el deterioro cognitivo. Jugar a las cartas, hacer sopas de letras u otros juegos de mesa afectan positivamente mejorando la actividad mental y como método preventivo del deterioro.